– ¡Azaharaaaaaa! –gritó a pleno pulmón Zoraida.
– ¿Se puede saber a qué viene tanto grito? –protestó la higuera somnolienta.
– ¡Ay! ¿Por qué me sacudes? –pió lastimera.
A mitad de otoño la higuera se mantenía verde, si bien lucía claros, las puntas de algunas ramas estaban desnudas y unos higos tardíos parduzcos. La sacudida arrojó algunas hojas. Alf ladró con furia, no le agradaban nada los sobresaltos durante su siesta. Leer más